Hola, ¿cómo estás?
Yo estoy desolada.
Mi cuerpo sigue en Buenos Aires pero mi alma está en Valencia. En la catástrofe. En el dolor.
Ha sido una semana en dos planos. El viernes embarcaré hacia la Antártida y estoy metida en el torbellino de comprar lo imprescindible.
Una lista que envió la naviera e incluye, sí o sí, parche o pastillas fuertes antimareo para cruzar el mar de Drake.
También revisión dental, porque, al parecer, si tienes una caries todavía sin detectar el frío extremo antártico hará que la sientas y el dolor sea inolvidable.
Pareciera que estos días estarían centrados en encontrar un pantalón absolutamente impermeable para los viajes en la zodiac para desembarcar en el continente.
Una tarea no fácil en un país con un sistema impositivo que grava, desorbitadamente, las importaciones.
Ese era todo mi problema.
Un peregrinar absurdo que combinaba con cafés, comidas y cenas con amigos. Unos rescatados del pasado, de nuestras respectivas épocas en Nueva York. Pero otros, nuevos, hechos a través de contactos de Nueva York, Madrid o de mi afición por los podcasts.

Unos me llevaron a otros y unas conversaciones a otras…y a un libro: La llamada de Leila Guerriero.
Yo, de Leila, he leído tres libros e innumerables artículos y columnas, pero éste no me apetecía. Pero tanto salía en conversaciones que lo compré.
🤯 Precio de La llamada en España 19,85 euros. En Argentina, 30 euros al cambio. Misma editorial, mismo formato, mismo libro.
Lo empecé y ya no pude salir de sus 430 páginas.
Y del libro, salté a ex- ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada, el ombligo de las torturas, desapariciones y violaciones durante la última dictadura en Argentina).
Y regresé a conversar con mis amigos argentinos, los nuevos y los del pasado. Pensé, obstinadamente, en la maldad, en cuántos psicópatas escondidos salen a la luz, medran y prosperan cuando se dan las situaciones políticas idóneas para esa gentuza.


Mis pensamientos saltan y, por esos días de principios de semana, volaban a Estados Unidos, que está en final de campaña.
No sé si sabes pero yo soy española (de verdad) y estadounidense (de pasaporte. Uno de mis dos pasaportes).
Ya voté en estas elecciones y ya me peleé, como siempre que hay comicios, para imprimir el sobre en el que debe viajar mi voto. Siempre me digo que tengo que anotar los pasos y nunca lo hago. Entre votación y votación me olvido y siempre es un quilombo.
🗳 Como mi último lugar de residencia fue Nueva York voto según las reglas de ese estado.
Pido el voto por correo y me llegan las papeletas y el sobre por email.
Imprimir el sobre es un ejercicio de ingeniería, armalo ya no tanto.
Después inserto mi voto en el sobre y, simplemente, lo envío a Estados Unidos.
Las elecciones se cuelan en mis pensamientos cuando camino, como, trabajo o leo. No puedo evitarlo.
Está siendo una campaña con maldad, racismo, xenofobia y misoginia. Y mi pregunta a mí misma y a ti es qué pasa cuando la gente normal y corriente le damos poder a gente cruel que carece de empatía, que no sabe dónde está parada.
La respuesta la sabemos, y a pesar de eso, vuelve a pasar.
Luego, a mitad de semana, llegó la DANA de Valencia, cuando el cielo arrojó en ocho horas la lluvia de un año. Un pandemonio.
Mi mente y mi alma ya sólo estaban allí.
Me conecté a emisoras españolas que transmitían en directo. Debíamos ser tantos que las señales se caían.
Las imágenes eran desoladoras y, de nuevo, hubo políticos que no sabían dónde estábamos parados y que la palabra empatía no la han visto ni en diccionario.
Pero lloré de emoción-agradecimiento-admiración cuando supe de las hazañas de gente normal y corriente que arriesgaron su vida para salvar a vecinos y desconocidos:
🟢 Las empleadas de una residencia que subieron en sus brazos a 100 ancianos por las escaleras de un piso.
🟢 El hombre con agua hasta la cintura que rompió con todas sus fuerzas una puerta para sacar a una mujer y sus dos niños.
🟢 Los camioneros que saltaron al agua para socorrer a gente atrapada en sus coches y subirlos al alto de sus remolques.
🟢 La familia que hizo una cuerda irrompible con sábanas y así pescaron a un muchacho que arrastraba la riada de agua y fango.
🟢 Elchico de salvamento con agua hasta las axilas que entendió a la mujer que no quería abandonar a su perro y dos gatos. Calmó a la señora, los agarró a todos con un cable y así escaparon elevados por un helicóptero.
Estoy lloriqueando así que no listo más.
También lloré cuando vi las nuevas riadas, las de gente normal y corriente caminando hacia Valencia, escoba en mano, para ayudar a limpiar. Miles.
Y cierro casi ya esta carta inusual, te ruego que me perdones, pero cuando se viaja el cuerpo puede estar en un lado y la cabeza y el alma en otro.
Te dejo con dos citas que creo que reflejan mi momento.
Para los que están prestando sus manos y pies para ayudar en el gran desastre valenciano, que, andando el tiempo, será uno de nuestros traumas colectivos:
Estos que ves ahora,
deshechos,
maltrechos,
sucios,
cansados,
hechos un asco,
destrozados,
son,
no lo olvides nunca,
lo mejor de España.
Max Aub (que me llegó a través de Ana).
Parece que el mundo está ardiendo intensamente y en varios lugares. Los resultados de las elecciones en Estados Unidos el próximo martes tienen la capacidad de cambiar el mundo en direcciones que no puedo prever.
Quizá, como pregunta Enra Klein en su último podcast, estamos a las puertas de un nuevo orden político.
En esas circunstancias me pregunto si soy una tarada dándole feliz la vuelta al mundo. Y justo cuando estaba rumiando la idea me llegó al buzón el boletín de Carla Berrios con esta cita:
Uno no puede llegar al fondo de uno mismo si excluye a los demás. Lo mismo ocurre con el conocimiento de países extranjeros y culturas diferentes, la persona que solo conoce su propio hogar siempre corre el riesgo de confundir cultura con naturaleza, de hacer que la costumbre sea la norma y de formar generalizaciones basadas en un solo ejemplo: uno mismo” - Tzvetan Todorov
Por cierto, si nunca has leído a Todorov te recomiendo su libro Conquista de América.
👋🏼 Hasta la semana que viene.
Paso mis últimos días en Buenos Aires entre amigos nuevos y reencontrados, intentando consolarme leyendo el delicioso Dorayaki de Durian Sukegawa y paseando entre rosas y jacarandás, que ya han florecido (¿te he contado que los jardines de Buenos Aires son espectaculares?).
Abrazos
PS1: encontré un pantalón de plástico de los que se usan para pescar gracias a la amabilidad de un comerciante que me lo localizó en un almacén. Me funciona porque en Antártica se viste en capas, será la tercera o cuarta, dependiendo del tiempo.
Precio: 59 euros al cambio, pantalón similar en Decatlón: 9,99 - $17,99 euros.
PS2: Los que en la encuesta de la semana pasada votasteis por Antártida, por favor, enviadme vuestra dirección postal respondiendo a esta carta. Si el tiempo lo permite, pasaremos por la estafeta de correos de una base británica y desde allí podré enviar las postales.
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🥰 Gracias mil por estar ahí. Esta carta la he escrito desde Buenos Aires. La madrugada del lunes al martes viajo a Ushuaia y el viernes embarco hacia Antártida.
Cuídate.😘
Se rompe el corazón con lo de Valencia y la mente arde ante la incompetencia de las autoridades.
Te requeteentiendo.
Las elecciones me interrumpen el sueño.
Cuídate!
Un abrazo