✍🏼 Hola, ¿cómo estás?
Mi plan para esta carta era contarte sobre mis viajes a San Agustín y Tierradentro, los dos grandes parques arqueológicos de Colombia. Pero me resulta imposible.
Necesito tiempo para digerir la belleza y misterio de Tierradentro. Sus hipogeos – creo que únicos en las Américas–, me han sacudido.
También para intentar contar con mis ojos de turista extranjera el Resguardo indígena de San Andrés de Pisambalá, donde está enclavado el parque arqueológicos y thablar de Inzá, el municipio que abarca Tierradentro y San Andrés.
Por allí todavía se mueven las disidencias de la guerrilla, las que no aceptaron el Acuerdo de Paz. Es una fuerza oscura difícil de ver para los foráneos, pero el miasma de su presencia es real.
Escribiré de Tierradentro la próxima semana. Te lo prometo. Pero la carta de hoy es sólo de San Agustín.
🚌 la aventura de viajar y llegar
Llegar a San Agustín me tomó su tiempo. Está en el departamento del Huila, al igual que el desierto de Tatacoa, pero en su otro extremo.
Para el primer tramo del viaje tomé una buseta desde Villavieja, donde había dormido después de mi tour por el desierto, a Neiva, la capital departamental.
En la teoría, según horarios según Google, debería esperar en la terminal de transportes tres horas para tomar un autobús directo a San Agustín.
La otra opción era viajar vía Pitalito, una ciudad grande en el sur del Huila y que opera como nudo de transporte. Una vez allí, debería cambiar de bus.
Pero como es común en Colombia, alguien encontró otra manera y resolvió. Viajé inmediatamente y directamente a San Agustín.
Resultó que una señora que vendía en una ventanilla billetes para Pitalito quiso saber mi destino final y cuando vio que ella no tenía lo que yo necesitaba habló con el empleado de la competencia.
Me vendió un billete por 40.000 pesos colombianos y en mi copia impresa especificaba que mi destino era Pitalito. Después me pidió otros 10.000 pesos pero no me dio recibo alguno, pero me aseguró que yo viajaba inmediatamente a San Agustín y en un sólo bus.
Resultó ser que me subí a una buseta que había iniciado su viaje en Bogotá y el punto final de la ruta era Pitalito.
Al acabar ese agotador viaje, el chofer salía de servicio y se iba a su casa, que estaba en San Agustín, y para eso eran los 10.000 pesos bajo mano, para que el conductor me llevara con él, ya fuera de servicio, a mi destino.
Una situación ganadora para el chofer y para mí.
Después de 4 horas y media largas para un viaje de 113 km llegué a mi destino. Había dejado atrás los arrozales del norte del Huila y volvía a estar en zona cafetera.
En el recorrido había pasado por poblaciones con nombres como Gigante, Garzón o Pitalito. Al atravesarlas buscaba en Google información sobre ellas. Hasta hace poco habían padecido una violencia descarnada.
🗿 San Agustín
San Agustín es una villa bulliciosa con un centro histórico con trazado cuadriculado y edificios bajos pintados de blanco que me recordó a los pueblos andaluces.
Sin embargo, los murales en algunas de las fachadas y las pinturas rodeando los contadores de la luz, algunas bellas otras juguetonas, le dan identidad propia.
Los comercios, pequeños y familiares, revelan la economía de San Agustín: agricultura, ganadería y turismo.
Y es que es un imán no sólo para los que somos loquitos por la historia y la arqueología sino también a los amantes de la naturaleza.
Es uno de los puntos principales de inicio de las caminatas al Macizo Colombiano, donde nacen los grandes ríos del país incluido el Magdalena que desemboca más de 1.500 km al norte en el Caribe.
Y para los que venimos a ver las estatuas monumentales, los enterramientos y los petroglifos de San Agustín hay abundancia de sitios que ver más allá del Parque Arqueológico, ya que han aparecido más de 600 monolitos en un área más grande Luxemburgo.
Es un misterio quién fue el pueblo que levantó los túmulos para enterramientos en forma de tripa de mujer a punto de parir y esculpió las robustas y monumentales esculturas antropomorfas.
A esa civilización, a falta de nombre mejor, la llamamos San Agustín. Pero no se sabe su nombre real.
También ignoramos porqué dejaron de construir monumentalmente alrededor del siglo VIII de la era común, después de mil años de intensa labor.
Tampoco sabemos quiénes son sus descendientes ni dónde están.
🇪🇸 las mentes enfebrecidas de mis compatriotas del pasado
Cuando en la primera mitad del siglo XVI los conquistadores españoles pasaron por esas tierras en busca del elusivo El Dorado no vieron o, simplemente ignoraron, estos monolitos.
Sería ya en el último siglo de la colonia cuando se conocería más allá de San Agustín la existencia de las estatuas monumentales, esparcidas por ambos márgenes del Magdalena.
Su “descubrimiento” en la segunda mitad del siglo XVIII se debe a la mente enfebrecida del fraile español Juan de Santa Gertrudis que viajaba a pie por un camino que unía Bogotá con lo que hoy es el departamento de Caquetá.
Al pasar por el diminuto asentamiento de San Agustín, el cura del lugar le enseñó algunas estatuas parcialmente enterradas y cubiertas con líquenes y vegetación.
El fraile entró en pánico.
Cuando miraba a las estatuas veía obispos con mitra. Y algunos, aseguraba, vestían como franciscanos. Pero, ¿cómo era eso posible? se preguntaba el religioso.
Para él era incuestionable que estaba ante monolitos más antiguos que el siglo XIII, fecha de la fundación en Europa de los franciscanos, ¿Cómo es que estaban ya representados en América antes de esas fechas?
La conclusión para esa alma atormentada e imaginativa era que se encontraba, literalmente, en el taller del mismísimo diablo.
Afortunadamente, ninguna de las personas que recibieron los informes del fraile llegaron a la misma conclusión y no se ordenó su destrucción.
🙋🏻♀️ pero ¿qué es San Agustín?
Desde su “descubrimiento” San Agustín atrajo lentamente el interés de eruditos y antropólogos, pero sus estatuas no serían fotografiadas hasta el siglo XX, cuando muchas de ellas ya estaban fuera de lugar en el que fueron encontradas.
Aunque hoy sigue siendo un misterio quién era el pueblo que alteró el paisaje en un espacio superior a 2.500 kilómetros cuadrados para crear colosales enterramientos y ampliar las tierras de cultivo.
Sí se sabe, gracias a los estudios de los antropólogos Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dusán, que se trataba de una sociedad estratificada vinculada culturalmente a la Amazonía.
🚌, 🏇🏼 y 🚶🏻♀️mi tour por San Agustín
Para conocer San Agustín pasé tres días en la zona.
Me uní a un tour organizado en bus para llegar a los puntos a más distancia, contraté un campesino con machete a la cintura y a su yegua Niña para alcanzar los más remotos y caminé durante cuatro horas por el Parque Arqueológico acompañada por Horacio, un guía local con un poso filosófico.
Es precisamente fuera del Parque donde aparecieron las únicas estatuas que conservan su pintura. Es el conjunto de La Pelota y El Purutal.
Aunque las estatuas pertenecen al Parque Arqueológico, están en una finca privada, por lo que se le paga al dueño 10.000 pesos por entrar (aproximadamente 2,25 euros).
Las estatuas de La Pelota se han movido varias veces de sitio y están descontextualizadas, pero las de El Purutal dejan intuir cómo fue la intención de enterramiento de sus creadores.
Hasta 1984 se desconocía su existencia.
La versión oficial es que fue un hallazgo fortuito, cuando la pata de un caballo se hundió y al ir a liberarla se vio que había más.
La extraoficial apunta a la labor de unos guaqueros o ladrones de tumbas indígenas. Sabían de ella, la intentaron robar y en el proceso se les cayó una de las estatuas que se rasgó. Se asustaron y escaparon. Pero ya lo que escondía la tierra era claro.
🤔 ¿de qué nos “hablan” las esculturas de San Agustín?
Lo que llama la atención de las estatuas a primera vista son sus enormes sonrisas que asustan. Fijándose se ve que son bocas a la que unos colmillos impiden cerrar.
¿Es una figura de un humano que se ponía colmillos por estética, como hoy algunas mujeres se ponen pestañas postizas?
¿Son representaciones de seres mitológicos?¿ O quizá fruto de la imaginación bajo el efecto del consumo de ayahuasca?
Se asume que San Agustín era una cultura donde los chamanes tomaban ayahuasca ceremonialmente.
Aluden a esa práctica las numerosas esculturas masculinas en las que el el pene está sujeto como un cordel, en referencia a la castidad que siempre precede a la toma.
En otras esculturas pareciera que de la cabeza de algunos personajes salen otros. ¿Son visiones provocadas por la misma planta? Parecen representaciones en piedra de una transformación en la consciencia.
Otras esculturas, aunque sólo de personajes masculinos están mambeando, es decir, mascando coca.
Pero el significado de otros detalles son menos claros para nuestros ojos del siglo XXI. ¿Por qué parece que en más de 600 esculturas sólo se repite una vez el “sombrero” que parecen llevan sobre sus cabezas?
¿Y qué son las figuras principales de mujeres y varones que anteceden a las tumbas más grandes?, ¿son representaciones de personas reales, el equivalente de las fotos que se colocan en las sepulturas actuales? ¿O eran personajes míticos o sagrados?
¿Y qué son esas esculturas más pequeñas en las que los personajes cruzan un brazo sobre el otro que permanece extendido de tal manera que parecen meseros esperando que un cliente le de una orden? ¿Representan a los siervos?
La única escultura que parece inequívoca es la de una comadrona con un bebé recién nacido en sus manos y una mujer con las piernas abiertas que acaba de dar a luz. Mide 4 metros. Es imponente.
Incluso difícil de interpretar es la fuente que se conoce como Lavapatas. ¿Era un lugar ceremonial donde podrían producirse los nacimientos de la “aristocracia”? ¿O es que tenemos una necesidad de interpretar y para entender y lo que se nos escapa lo reducimos a relacionado con la divinidad, o con la fertilidad o con la muerte?
Hay dos lugares “san agustinianos” que son objeto de veneración por la gente “new age” y similar.
Uno es el Alto de la fuente de Lavapatas. Se sabe que hay el enterramiento de un chamán y de varios niños. Sigue bajo tierra hasta que se pueda investigar.
Mientras, espontáneos se presentan en esa planicie desde donde se ven los pliegues retorcidos de las cordilleras para sus ceremonias energéticas.
El otro lugar es la Chaquira, fuera del Parque Arqueológicos. Cuando llegué allí bajaba hacia ese lugar una muchacha pelirroja que por el camino tocaba una flauta.🎶
En la Chaquira varios petroglifos. Uno es una piedra piramidal donde en cada cara hay una representación. La que peor se ve es la que es objeto de más debate.
Para el campesino que me acompañaba era, sin duda, un varón con el pene en erección.
Para la cocinera de un restaurante vegetariano que cocina principalmente con plantas pre-colombinas era igualmente claro que se trata de una mujer con las piernas separadas y se marca con líneas cinceladas el monte de Venus.
Yo no vi nada. Me recordó a las ecografías que me enseñan mis amigas de sus embarazos donde ellas parecen ver todo y yo sólo veo líneas y bultos que bien pueden ser un embrión o una cebolla.
💭 lo que yo entendí
Lo que significó San Agustín para sus constructores sólo lo saben ellos.
Todo lo demás son interpretaciones.
La mía es que nos hace humanos buscar entender la vida, la muerte.
Y que es universal el consuelo de creer en una vida más allá.
👉🏼 Si esta carta no te mola, por favor, date de baja en el enlace de “Unsubscribe” que verás en el final de este boletín.
👉🏼 Si no estás suscrito y te gustaría, por favor pincha en el botón. Es gratis, elige la opción “no pledge” o, lo que es lo mismo, NO pagar.
👉🏼 Y si sabes de alguien a quien le pueda gustar esta carta, por favor haz click en el botón para compartir:
🥰 Gracias mil por estar ahí. Esta carta la he escrito en Bogotá. Cuando la recibas estaré en alguna conferencia o taller del Festival Gabo.
Muy interesante, gracias por compartir y hacernos parte de esta aventura!! Me imagino que vas a ir a Amazonia, can’t wait!! Es mi sueño ir algún día. 🤣