Hola, ¿cómo estás? 👋🏼
Te envío una nueva carta de Raíces y Ramas, crónicas viajeras de una señora de provincia. Si no estás suscrito, puedes hacerlo aquí:
Escribo desde Australia para contarte de Sídney, la ciudad por la que deambulé sin rumbo atrapada en un gran rectángulo de calles perpendiculares y paralelas que se camina, a paso ligero, en unos 20 minutos de largo por otros 20 minutos de ancho.
Yo me demoré 4 días.
Su perímetro es una gran línea que me imaginé uniendo el Jardín Botánico con el Puente del puerto, siguiendo hacia el muelle de Darling y girando hacia el edificio del ayuntamiento, para regresar al inicio en el Botánico.
Dentro de esa “frontera” está concentrado (casi) todo lo que hay que ver, disfrutar y pensar de Sídney y sobre Sídney.
Aterrizar en Sídney 🛬
El paso de inmigración y control de bioseguridad se demoró menos de un minuto. El pasaporte español permite ingresar al país usando las verjas automáticas y la bioseguridad es mínima cuando se procede de Nueva Zelanda, como era mi caso.
Pero me llamó la atención que en la declaración de aduanas preguntaran expresamente si “se ha estado en cualquier país de Centroamérica o Sudamérica en los últimos 6 días”. Realmente no sé qué imaginan qué es Latinoamérica ni qué sucede allí.
Llegar al centro de Sídney desde el aeropuerto es fácil, rápido y económico. Apenas lleva 15 minutos en una línea de tren que sale continuamente y se paga con una tarjeta de crédito o débito sin contacto.
Una vez que se está en el centro de la ciudad ya no es necesario tomar transporte público, excepto para ir a las playas o a los suburbios. En estes casos se usa el mismo sistema de pago de tarjeta sin contacto, tanto para metro como buses, trenes, ferries o tren ligero.
El Botánico y una lección de historia 🌷
Comencé mi caminar por el Real Jardín Botánico de Sídney. Una amiga me había enviado un artículo de The New York Times donde lo califican como uno de los jardines más bellos del mundo, y eso actuó como un imán para mi curiosidad.
Es una gran superficie cercada por vallas y puertas de hierro negro victorianas. Al cruzarlas, lo único que nos recuerda que estamos en un parque urbano son los rascacielos que se levantan en el horizonte sobre los árboles.
El ruido propio de la ciudad se desvanece y lo sustituye un trinar constante de pájaros. Es una explosión de, entre otros, urracas, loros, cacatúas, mieleros chillón, cormoranes, frailecillos e ibis australianos.
🟢 Las urracas australianas no están emparentadas con las europeas, pero las bautizaron así por su semejanza estética.
👉🏼 En Australia son aves amadas por sus cantos y odiadas por sus ataques.
🟢 Durante la primavera los machos pueden avalanzarse sobre los humanos que perciben como una amenaza para los nidos. Ha habido, incluso, muertes por estos ataques.
El parque sirvió como la primera institución científica de Australia y, por este origen, alberga flores y árboles de todo el planeta. Pero donde es prodigioso es en las áreas dedicadas a la abundantísima y –para mis ojos– extraña flora local.
Miles de personas cruzan por sus senderos a diario, desde que el Botánico abre las puertas al amanecer hasta que las cierra poco después del anochecer.
Es una mezcla de turistas, vecinos de la ciudad que atraviesan el parque camino de sus destinos, aprendices de músicos que practican el trombón o el cello bajo copas de árboles, corredores, acuarelistas, estudiantes uniformados de excursión con sus escuelas y aficionados a la botánica.
Es fácil dejarse llevar sin rumbo y vagar por los intrincados caminos porque todos los especímenes están magníficamente señalizados, así como las distancias y las direcciones a cada punto de interés.
Más discretas son las cámaras de vigilancia, que son abundantes, y los carteles donde animan a denunciar a los ladrones de plantas.
El parque, además de lugar de esparcimiento, es una institución de renombre científico y educativo.
Su abanico de actividades es inabarcable y sin saber qué esperar ni qué buscar, elegí participar en lo más lejano a mis conocimientos: el tour de Alimentos Aborígenes del Bosque. Recibí una lección, pero no de botánica, sino de historia.
El guía, un veinteañero doblemente mestizo –ancestro europeo remoto y padres de distintos clanes aborígenes –es el arquetipo de todos los guías que me he encontrado en Australia: grandes conocedores de su materia y excelentes oradores.
Un grupo de ocho australianos, dos estadounidenses, un canadiense y yo le seguimos por el parque. Este se asienta en un terreno que estaba ocupado por los Gadigal –un clan de la nación Eora–, en el momento de la llegada de los europeos de la Primera Flota en 1788.
El maltrato y las enfermedades del Viejo Mundo diezmaron a los Gadigal. En 1791, sólo tres años después del primer contacto con los colonizadores, el recuento de los aborígenes sobrevivientes fue así:
👉🏼 Uno
👉🏼 Dos
👉🏼 Tres
🟢 Fin del censo
El guía nos acercó a árboles, frutas, flores y semillas usados como alimento, medicina o herramienta en la actualidad o en el pasado por la población aborigen.
Mucha de la información es incierta o se ha perdido. Se borró de la memoria colectiva.
Aunque hay muchos factores que explican este fenómeno, el gran responsable fue lo que se conoce en Australia como “La generación robada”, que produjo, entre sus consecuencias, un gran quiebre en la transmisión de conocimiento.
El término Generación robada se refiere a distintas medidas legales a nivel de los estados y del gobierno central que durante un siglo afectaron terriblemente a los aborígenes y a los isleños del Estrecho de Torres.
Entre ellas destaca, por su crueldad y sus consecuencias, el secuestro legal de los niños y su entrega a familias blancas o escuelas religiosas protestantes. En un principio, la medida estaba limitada a los menores mestizos, pero se sabe que también afectó a niños completamente aborígenes.
👉🏼 A los varones se les preparaba para ser peones y a las niñas para criadas de servicio doméstico.
En varios estados, además, se les quitó toda capacidad legal a las mujeres aborígenes y se les nombró un tutor blanco, excepto a las que estuvieran casadas con hombres blancos.
Los casos de abuso físico, psicológico y sexual no fueron la excepción, y están documentados casos de castigos extremos a menores por hablar el idioma de su clan.
🟢 El último estado en abolir la legalidad del secuestro de niños aborigen fue Victoria, que lo hizo en 1976, año en el que yo era ya suficientemente grande como para hoy recordarlo.
🟢 Aunque el derecho al voto de los aborígenes se fue reconociendo poco a poco en los diferentes estados, no fue sino hasta 1984 cuando legisló para que los aborígenes australianos fueran tratados como el resto de los australianos en relación a las elecciones y el derecho al sufragio.
El tour lo acabamos probando frutas propias de la dieta aborigen y escuchando a una conversación entre el guía y el turista canadiense sobre las similitudes entre Australia y Canadá sobre el trauma generacional producido por los secuestros legales de niños aborígenes.
🟢 En Canadá se cerró en 1997 la última escuela de un sistema que funcionaba parecido al australiano.
Fue el fin de una política de secuestro legal que afectó a unos 150.000 niños indígenas durante siglo y medio. Se les maltrató, abusó de todas las maneras posibles y se permitió que pasaran hambre.

El Botánico, que llega a la orilla del mar de Tasmania, es también uno de los mejores lugares para contemplar y fotografiar –especialmente al atardecer–el ícono de Sídney: el gran edificio de la Opera.
Opera de Sídney 🦘
Desde el Botánico se llega a las escaleras de la Opera.
El edificio resultó ser más hermoso, original y extravagante que lo que me imaginaba por las imágenes que había visto.
Me pareció, quizá, menos blanco inmaculado que en las fotografías e, incluso, más pequeño. Pero sin duda éste es uno de los casos donde la realidad supera a las redes sociales.
Tomé un tour donde de nuevo la guía era excepcional. Nos explicó en 75 minutos de recorrido el drama del arquitecto danés Jørn Utzon. La historia viene a ser así:
Sídney quería un gran edificio para Cultura, una especie de Guggenheim de Bilbao, pero muchos años antes. Se hizo una gran licitación y ganó la única propuesta original, que era poco más que unos bocetos donde resaltaban unas figuras triangulares. Donde unos ven velas, otros ven empanadillas y otros cascos de conquistadores españoles.
La idea era revolucionaria, pero su ejecución fue un desastre en parte porque no se sabía, desde el principio, cómo hacerla realidad.
Un cambio político y un disparate de exceso en el presupuesto y en el tiempo de la ejecución acabó con la intervención de Utzon, que salió de Australia y regresó a su Dinamarca natal.
Se contrataron arquitectos locales para completar el interior, del que no tenían planos. De algún modo, también ellos tuvieron que inventar.
El interior y el exterior están hechos solamente con materiales australianos, con dos excepciones que vinieron de Europa.
Una es la de los azulejos que recubren los penachos y se fabricaron en Suecia. Están montados de tal forma que parece que la Opera brilla. Tienen la gran ventaja de que no es necesario limpiarlos porque le llega el agua de la lluvia para este fin.
El otro material que vino de fuera fue el cristal, que llegó de Francia.
En buena parte del edificio están colocados en un ángulo de 45 grados, como los del puente de un barco, permitiendo máxima visibilidad. Otra ventaja en los tiempo actuales en los que el móvil es el rey es que se puedan sacar fotos hacia el exterior sin que se produzcan molestos reflejos.
A pesar del drama, la historia acabó con un final feliz. La Opera se inauguró en 1973 y desde entonces es una fábrica de hacer dinero. Acoge no sólo ópera sino también teatro, música y danza y es el gran reclamo turístico de Sídney.
Desde 2007, el edificio de la Opera es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por su maestría arquitectónica.
Incluso Utzon ganó el Pritzker, el Nobel de los arquitectos. Ya era muy mayor. Lo amargo de esta historia es que, aunque se le pidió en varias ocasiones que regresara a Australia, siempre se negó. Murió sin ver terminada su obra maestra con sus propios ojos.
El Puente del puerto 🌉
Frente a la Opera está el famoso puente desde el que todos los años se disparan los fuegos artificiales anunciando que un nuevo año ha comenzado por el Este del planeta.
Se puede cruzar a pie gratis, pero es una de las atracciones más populares pagar lindamente por caminar sobre su gran arco. Son tours aptos para instagramers sin vértigo.

The Rocks y el poder de los sindicatos 🛠
Para llegar al puente se pasa por The Rocks, uno de los vecindarios más turísticos de Sydney y también el más antiguo, con edificios rojizos en excelente estado.
Hay tiendas, restaurantes, cervecerías, vinotecas, galerías de arte y un mercadillo los fines de semana. Más allá de los puestos de artesanías locales están los de comida, incluido uno de dos bogotanos que venden arepas y La gitana, de unos españoles especializados en paella, ¡incluida la de chorizo!
Lo interesante de este barrio es su historia reciente. Cuando se intentó demoler para levantar rascacielos hubo un gran rechazo de los vecinos, que triunfaron porque los sindicatos se pusieron de su lado y avisaron de que no sería posible construir porque nadie trabajaría.
A partir de ahí le puse más atención a los sindicatos, que son una referencia recurrente en Australia y siguen siendo fuertes, no una cosa del pasado.
Muelle Darling o un mundo cada vez más plano 🛥
Donde los promotores inmobiliarios sí ganaron fue en la construcción del muelle de Darling. Aquí, además de restaurantes se encuentran atracciones como el museo de cera de Madame Tussauds, el acuario, el museo marítimo y semejantes. Los sábados hay fuegos artificiales.
Los australianos votaron al muelle Darling como la atracción más sobrevalorada de todo el país.
No es horrible pero no tiene nada auténtico, pero ésta es una características de cada vez más ciudades. En un mundo donde parece que el desayuno universal es capuchino con una tostada de pan de masa madre untada con aguacate, la singularidad desaparece y la uniformidad toma las riendas.
No sé si nos lo imponen o si somos los turistas los que la buscamos. Sí que tengo claro que las redes sociales juegan un gran papel en la diseminación y triunfo de la estética unificadora.
Compras y negocios 🛍
Entre el jardín botánico, el muelle Darling, el mar y el edificio del ayuntamiento están las calles del distrito financiero y de las tiendas.
Los edificios son una mezcla de estilo victoriano, neogótico y rascacielos de cristal que alojan oficinas gubernamentales y de negocios, tiendas de lujo, pequeñas cafeterías y restaurantes de todo tipo de cocina.
He llegado a la conclusión de que no hay una cocina australiana. Quizá lo más australiano es una pasta no recomendable con la que untan los sándwiches y que llaman Vegemite. A ellos les encanta pero, en mi opinión, es un gusto adquirido y yo todavía no he llegado ahí.
La comida de los restaurantes es sabrosa, pero el menú es un batiburrillo, tanto puedes pedir pasta a la carbonara como fish and chips o dumpling chinos. La excepción son los dedicados a una gastronomía en particular como es la italiana o cualquiera de las asiáticas. También hay buenas teterías de lujo donde es posible merendar un high tea.
Pero lo que más me llamó la atención es que el sushi, además de delicioso, está en todas partes. Tiene fama de ser de los más baratos del mundo.
Los helados, a los que llaman gelato y no ice cream, son también muy buenos, siendo común encontrar los de sabor a dulce de leche, dicho así, en español.
Por las aceras, que están limpias de mañana, tarde y noche, camina una ciudad multicultural y con números grandes de turistas chinos, japoneses e indios.
También de mañana, tarde y noche se puede caminar con el iPhone en la palma de la mano siguiendo las instrucciones de Google Maps sin temor a que lo roben.
Las tiendas de lujo están concentradas en las calles adyacentes al Queen Victoria Building, un área comercial cuyo alquiler por superficie es el segundo más caro del mundo, sólo superado por Hong Kong.
También, como cabe esperar en un país de influencia anglosajona, están las tres marcas reinas de la clase media: Zara, H&M y Uniqlo, (pero los chinos donde hacen cola es en Hermés).
Busqué marcas australianas, pero además de UGG y sus botas merino la única que encontré a pie de calle fue Rip Curl, de ropa surfera.
Las playas surferas 🏄🏼
A las playas se puede ir de varias maneras. Yo opté por ir en bus a la mítica Bondi Beach y en ferry a Manly Beach.
Su encanto no está es su belleza natural, sino en el ambientillo del mundo del surf y en sus piscinas de agua salada, que se levantan porque las corrientes son brutales y es mejor refrescarse en la piscina que directamente en el mar.
Ya acabo por hoy diciendo que me encantó Sídney y me recordó enormemente a Vancouver, otra ciudad que adoro.
Quizá la razón no tiene tanto que ver ni con Vancouver ni con Sídney sino conmigo, con lo que me gusta, disfruto y me hace sentir cómoda.
Ambas tienen mar al frente y los bosques a sus espaldas. Son étnicamente diversas, están limpias al punto que en las zonas de surf los surferos regresan a sus casas tabla en mano caminando descalzos por las aceras.
Son, también, seguras, sin ruido ambiente de bocinazos o música del vecino del cuarto colándose en tu habitación. Tienen una gran actividad cultural y social y además, carecen de climas extremos.
Cada uno tiene sus gustos y esos parecen ser los míos.
Cierro esta carta con una traducción libre de una versión de las tantas que aparecen en muros, paredes y páginas webs de empresas privadas, universidades e instituciones de todo tipo:
Reconocemos a los Custodios Tradicionales de las tierras a lo largo de Australia y su conexión continua con la tierra, el mar, la cultura y la comunidad.
Expresamos nuestro respeto a los Ancianos del pasado y del presente, y extendemos ese respeto a todos los pueblos aborígenes e isleños del estrecho de Torres en la actualidad.
Australia está inmersa en un proceso de reconciliación donde la población está interesada en encontrar una solución a cómo enmendar los errores del pasado y corregir los desajustes provocados por las injusticias no de tanto tiempo atrás.
Lo que no hay es una idea consensuada de cómo hacerlo.
Abrazos,
María Luz

👉🏼 Me avisaron de que no todo el mundo tenía acceso a la lectura de qué conlleva ser suscritor premium y a mis servicios. Creo que ya lo he arreglado y ya se puede leer. Mil gracias a M., que me avisó.
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🥰 Gracias mil por estar ahí. Esta carta la he escrito en Perth, Australia 🇦🇺
Querida Luz, con mi familia fuimos a Australia en el verano y nos quedamos con la misma sensación que tú: Sidney es una tremenda ciudad. En ella encuentras un balance que en pocas metrópolis poseen: lo moderno y la historia conviven, además de sus parques y claro, el Jardín botánico. La gente es muy amable, no hay ruido innecesario. Discrepo contigo sobre la expedición al Arco del puente. Para nosotros, que éramos un grupo grande, fue uno de los grandes momentos, no solo por el esfuerzo físico, sino por la vista que regaló la experiencia.
Sidney, además de ser una típica ciudad, te regala silencio. Algo extraño ¿no?
Es tremendo el pasado lo que sucedió con la población aborigen, tan solo con leerte, se me pone la piel de gallina. Rescato cómo están sanando las heridas e intentando volver a convivir de otra forma.
Siempre dan ganas de visitar los sitios que visitas. Yo me quedé sin ver Sidney cuando fui a Australia, pero te recomiendo mucho mucho Queensland, en concreto la Daintree Forest, the oldest jungle on Earth. Es la mejor experiencia de naturaleza que he tenido, no dejes de ir y quedarte allí varios días. hace unos años ni siqueira había internet...