👋🏼 gente!
Últimamente pienso, recurrentemente, sobre la naturaleza de la toma de decisiones. ¿Somos libres decidiendo, como nos gusta creer?
¿Cómo nos afectan las circunstancias del país en el que nacimos, las fuerzas de la Historia que en nuestro aquí y ahora es el Presente?
¿Y la salud o la enfermedad de nuestros familiares?
¿Y qué pasa con las elecciones de nuestros ancestros?¿Qué peso y consecuencias tienen en nuestras vida?
Y aquí una pregunta directa para ti: ¿eres de los que sigues tradiciones o las creas? 💌💌💌💌💌¡Cuéntame! 💌💌💌💌💌
✍🏼 Escribo esta carta desde la Plaza de Saco y Arce. Es acogedora y coqueta, pero para mí su encanto reside en que aquí nació mi tatarabuelo José Martín Capelo en 1862.
Por aquel entonces se llamaba Plazuela del Olmo y en las viviendas de su alrededor residían familias de obreros y funcionarios de bajo escalafón.
Hasta donde yo sé, José Martín fue el primero de mis antepasados que nació en una capital de provincia. El primer urbanita.
Todo parece indicar que las razones por las que sus padres dejaron el campo por la ciudad, más que una decisión consciente de sus voluntades, fueron una combinación de tiempos revueltos y mal tiempo aderezados con la casualidad.
👉🏼 En el caso de Tomás, el padre de José Martín, su familia vivía desde al menos el siglo XVI en Padrenda, una zona remota, fronteriza con Portugal, dada al contrabando. Salió de allí para no volver por la suerte –o la mala suerte– de su año de nacimiento, que hizo que le llamaran al servicio militar en 1848, un año movido.
Su ficha de registro militar dice que:
era labrador
de 1,69 cm de altura
con pelo negro
ojos garzos
nariz afilada
y barba poblada
A continuación, lo enviaron al puerto de A Coruña, lo embarcaron y, tras un viaje de 17 días rodeando la Península y lo desembarcaron en Barcelona.
Y así fue como el labrador Tomás se metamorfoseó en el soldado Capelo, luchando contra los carlistas desde Olot a Puigcerdá. Al acabarse la contienda, se reanudó el cambio de destino. Junto con su Batallón de Infantería, el Borbón 17, marchó primero a Valladolid y luego a Aragón, hasta que cumplió su obligación de servicio militar.
Pero le debió gustar el hermanamiento militar o quizá pensó que para el hijo segundón de campesinos humildes, el fusil era mejor que el arado.
Lo cierto es que re-enganchó e hizo una pequeña carrera. Fue ascendiendo de soldado raso a cabo primero y cabo segundo, mientras se desplazaba por Aragón, Navarra y el País Vasco. El fin de su carrera militar llegó en 1854, cuando estando en San Sebastián su Batallón apoyó un golpe militar.
A partir de ahí, pierdo su pista hasta 1858 cuando se alista por cuatro años como carabinero en la Comandancia de Ourense ciudad. Tomás, que se había criado en un municipio fronterizo famoso por ser lugar de estraperlo, juró combatir los delitos de contrabando y fraude fiscal.
👉🏼 Mientras cumplía su compromiso, conoció a Camila García Pazos, quien sería su mujer. Había nacido en 1832 en A Valenzá, una parroquia cercana a la ciudad . Era hija de unos padres labradores de viñedos a los que un clima, inusualmente lluvioso, había arruinado.
🕵🏻 He encontrado protocolos notariales que demuestran que al menos tres de mis trastarabuelos se dedicaban al cultivo del vino en distintos lugares de la provincia de Ourense: Benito García Cid, en San Bernabé de A Valenzá, Josef Gil Mosquera en Santa Cruz de Arrabaldo y Antonio Rodríguez Sánchez, en San Xes.
🍇 Los tres se arruinaron a lo largo del siglo. En unos pesó más el exceso continuo de lluvias. En otros, las enfermedades de la vid que llegaron de América y mataron al viñedo europeo. A todos perjudicó la inestabilidad del país, enzarzado en conflictos militares y sin saber qué hacer con la Revolución Industrial que sacudía a toda Europa.
Camila, que fue una hija muy tardía y se quedó huérfana siendo niña, emigró a la ciudad azuzada por la necesidad, para vivir de la generosidad de su hermana y su cuñado porque no tenía ni padres, ni tierras, ni herencia, ni profesión.
La boda llegó cuando el novio acabó su obligación con los carabineros. El nuevo matrimonio alquiló un pisito en la Plazuela del Olmo número 6 y allí nació tatarabuelo José Martín. Eran ya una familia de ciudad.
Después de un interim, Tomás regresó a los Carabineros. La familia se mudó a Navarra y al País Vasco. Cuando regresaron a Ourense los Capelo-García ya eran cinco.
Por el camino, una carrera humilde en ascenso, de carabinero raso a cabo segundo, cabo primero y sargento.
También la adaptación a un país que transitaba entre la mutación y los bandazos. Tomás tanto juraba lealtad a la Constitución republicana como al rey visto-y-no-visto Amadeo de Saboya, que al regreso de los Borbones.
Incluso aceptó su militarización durante la Tercera Guerra Carlista. Mientras los hijos crecían, se dedicó a la “persecución y fuego” de facciones rebeldes hasta su expulsión a Portugal y al desarme de los Batallones Galaicos. Y así hasta 1878, cuando se jubiló con la pensión máxima al cumplir los 50 años. Aunque las cosas de Palacio van despacio y tardaron dos años y medio en reconocérsela.
Tomás y Camila se instalaron definitivamente en Ourense, en la calle Porta da Aira. El futuro prometía. Cada mes cobraba 22 pesetas y 50 céntimos de pensión y sus hijos, uno tras otro, seguían sus pasos e ingresaban a los Carabineros.
Pero la tuberculosis apareció y lo mató. Tenía 54 años. Lo enterraron en el cementerio de la ciudad.
Camila, su viuda, regresó a la casa de su hermana y cuñado. De allí había salido soltera 20 años atrás y volvía viuda.
Tuvo una vida larga. Enterró a su querida hermana, a dos de sus hijos, una nuera y una nieta.
Mi tatarabuelo José Martín, su esposa Florinda y su hija María Mercedes –hijo, nuera y nieta de Camila–, murieron los tres de tuberculosis en menos de una década.
Me lastimó leer sobre la muerte de Manuel, el otro hijo al que Camila sobrevivió para enterrar.
Era un chico sano, de 27 años, soltero, cabo de Carabineros en Pontedeume y que un día de agosto de 1893 se desplazó a Ourense a visitar a su madre. A la tarde, le subió la fiebre. A la mañana siguiente estaba muerto. Lo había matado “la calentura”.
Su madre pidió enterrarlo en el cementerio más cercano. Se le concedió la petición, previo pago del entierro, como era costumbre.
Pero como el muchacho no era de allí, se exigió el abono extraordinario por “alquileres de la iglesia y demás circunstancias como campanas, sacristán y entierro en caja”.
¿Cómo se le dice a una madre que debe pagar para que las campanas de la Iglesia repiquen a difunto por su hijo? ¿Acaso es posible un funeral católico si el ritual de las campanas’
Una crueldad.
Me pregunto si Camila, en algún momento, llegó a pensar que el pueblo eso nunca hubiera pasado.
🎡 Ideas para indagar en familias
🟢 ¿Te has fijado que el repique de campanas es distinto según el difunto sea una mujer o un hombre o un niño? Aquí te dejo el enlace al toque de difunto de varón, igual por el que Camila tuvo que pagar para enterrar a su Manuel.
📚 Esta semana leí Austerlitz de W.G.Sebald. De nuevo el peso de la Historia en las vidas particulares. Os dejo el enlace a las opiniones y reseñas de Goodreads. Para mí es una obra maestra.
🎧 ¿Has pensado alguna vez en entrevistar a miembros de tu familia? Si ese es el caso, el podcast colombiano Padre, Tierra, os puede servir de brújula.
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