👋🏼 Hola gente. Bienvenidos/as a la carta dominical que aspira a entretener pero, sobre todo, a animaros a investigar sobre vuestro pasado y a viajar, física y emocionalmente, a vuestras raíces. A ver dónde os lleva la aventura.
✍🏼 Soy una Rodríguez, una de 1.862.868 personas que llevan el segundo apellido más común en España.
Honestamente, desconozco si el origen de mi rama particular de Rodríguez fue, tal y como cuenta Google, uno de los muchos Rodrigo medievales del que sus descendientes tomaron el mote Rodríguez. Mis pesquisas por ese lado familiar solo llegan al siglo XVI y para esas fechas ya éramos Rodríguez.
Mi línea Rodríguez es así: yo misma - José - Gumersindo (hijo) - Gumersindo (padre) - Luís - Antonio- Mateo - Joseph - Fernando y Domingo.
Geográficamente, mis Rodríguez fueron sedentarios. Domingo, mi ancestro por línea continua paterna que aparece por primera vez en documentos, se casó y murió en la parroquia de San Xes en lo que hoy es el municipio de A Peroxa.
En esa mismísima parroquia nacieron todos sus descendientes hasta mi abuelo Gumersindo, éste incluido. Tres siglos y medio de naturales de San Xes.
Fui mi padre el primero que rompió esa conexión al nacer en la parroquia vecina de Santiago de A Peroxa, mismo ayuntamiento, un par de kilómetros al norte. La única razón para esa “mudanza” fue que mi abuelo se quedó huérfano de padre siendo niño y a partir de ese momento se crió en la casa de su línea materna.
Yo nací en la ciudad, a unos 25 km, porque ya soy fruto del gran éxodo del campo de los años 50, 60 y 70. No hay más historia…o sí.
🕵🏻 Esto es lo que yo conseguí averiguar siguiendo el rastro documental de mis ancestros Rodríguez.
El primero arranca con la orden del Concilio de Trento de que cada parroquia llevara libros sacramentales de bautizos, matrimonios y fallecimientos. Cada una comenzará a cumplirla cuando pudo o cuando no le quedó más remedio. San Xes fue de las pioneras en la zona.
De esos libros, testamentos, protocolos notariales de compra-venta y expedientes militares puedo ver el trazos de la vida de ocho generaciones de Rodríguez de San Xes, todas vinculadas al vino como pequeños propietarios de bodegas y fincas en laderas inclinadas cayendo hacia el río Miño.
Pero ¿desde cuándo son de allí mis Rodríguez? No lo sé.
🧬 Se puede hacer una idea del origen de la ascendencia por el lado masculino mediante un análisis del cromosoma Y que, obviamente, yo no tengo por ser mujer. Tendría que ser de mi padre o mi hermano. Pero estoy esperando porque los análisis que se están obteniendo son, a veces, cuando menos insólitos o todo lo contrario, no dicen nada más allá de lo evidente.
Quizá un análisis genético pueda sugerir que mis Rodríguez descienden de las tribus pre-romanas que construyeron los castros de Fontearcada, Ferreira o Santa Agueda.
O quizá llegaron con el Ejército romano y su burocracia, que construyeron por esas tierras una carretera y un poco más arriba el puerto de Pombeiro.
Tampoco se puede descartar que tengan algo que ver con la invasión sueva ni con las hordas normandas que fracasaron en su intento de asaltar la fortaleza de Castro Candaz, o eso cuenta la leyenda. Posiblemente los Rodríguez sean un chup-chup de todos ellos y de algún aporte genético más
Volviendo a lo que sí sé, que es lo que está en los documentos, entre los Rodríguez de San Xes hay una constante: los hombres son de allí y las esposas son las que vienen de afuera. Las esposas eran Vázquez, Sánchez, Alvarez y Gómez, pero también hay Pereiras, Paradelas, Quintas y Noboa…y una Iglesias.
Durante tres siglos, mis Rodríguez se casaron dentro de la jurisdicción del Antiguo Régimen de A Peroxa, que en el mapa de hoy se extiende a los municipios vecinos de Vilamarín y Carballedo. Pero a vuelo de pájaro, nunca se fueron más allá de 20 km.
La única que vino de lejos fue mi tatarabuela Ana María Dolores, a la que abandonaron recién nacida a más de 100 km y la inclusa de Ourense asignó al cuidado de una mujer de San Xes para su crianza. La bebé creció, se casó, fue madre y falleció sin salir del pueblo al que el destino la arrastró.
Mis Rodríguez eran prácticos. Una y otra vez, se casaban parejas de hermanos con otras parejas también hermanos, llegando a acuerdos para no partir las herencias.
También se aprecia que confiaban en sus mujeres, a las que “por mucho amor, cariño y afecto” que le profesaban las nombraban tutoras de los hijos menores y mejoraban en sus herencias.
Por su parte, las mujeres conservaban como patrimonio propio su dote, y así se le reconocía en los testamentos de su marido.
Mis Rodríguez eran analfabetos, hasta que Luis, ya nacido en 1864, rompió la cadena y fue a la escuela.
Ellos se dedicaban al cultivo, producción y comercialización del vino a pequeña escala. Sus esposas e hijas eran tejedoras con sus propios telares y aperos. Algunas de ellas gestionaron desde sus casas un limitado comercio de lino.
Eran católicos, pero sin dedicar ni tiempo ni dinero excesivo al destino final de sus almas. En este aspecto son, sin duda, mis ancestros menos religiosos.
Todos los que dejaron testamento escrito pidieron ser enterrados en el hábito de San Francisco. Pero ninguno encargó misas por su alma a ningún santo del inmenso santoral católico. Tampoco parece que tuviera devociones marianas preferidas.
Tardaron en emigrar, pero luego ya no pararon. No encontré récord alguno de que participase ninguno de ellos en la gran migración estacional a Castilla para la siega. Cuando llegó el tren y abrió la espita de la emigración a América al facilitar la llegada al puerto de Vigo, mis Rodríguez fueron emigrantes tardíos.
Empezó Gumersindo (padre) en 1921, cuando se fue a Cuba escapando de una llamada a filas para la Guerra de Africa.
Después fue Gumersindo hijo, que vivió tres años en la Argentina de Perón.
En los años 60 fue mi padre, que trabajó en la construcción de un embalse cerca de Marsella y luego me fui yo.
Viví el cambio de milenio en Nueva York y presencié el cambio de paradigma que supuso el ataque a las Torres Gemelas. Regresé a casa cuando comprendí que aborrecía la nieve en Manhattan porque dentro de mí, sin yo saberlo, estaba vinculada a la muerte violenta de un amigo al que un misil desintegró.
Esos son mis Rodríguez, pero durante más de medio siglo nunca se me ocurrió ir a San Xes.
Fui en esos meses difusos de la pandemia, cuando el perimetraje me permitía llegar allá.
🌿 Era principios de septiembre y las hojas de vides y carballos mostraban infinidad de verdes. Las ramas de los árboles formaban doseles sobre una carretera estrecha que se retuerce la ladera arriba, desde el río hasta el pueblo de A Peroxa.
Paramos en a Costa de A Cabra y miré hacia el Miño, tan diferente al de mis ancestros. El de ellos fluía, el mío está calmado por los embalses. Tomé una pavía de un árbol y me supo “que alimenta”, como hubiera dicho mi abuela Celia.
Nunca he vuelto. No quiero que se rompa el encanto grabado en mi memoria el paseo de mañana con mi padre, en el que yo conocí y él recordó.
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Soy Rodríguez, pero ¿qué pasaría si transmitiéramos el apellido a la portuguesa, es decir, por el lado femenino?
La respuesta, en mi caso, la sé, hasta once generaciones atrás. Pero esa es otra historia.
🎡 Ideas para indagar en familias
🎧 Os animo muchísimo a escuchar, en inglés, Ghost Story. Va de fantasmas. Va de true crime. Va de familias.
📚 Estoy en el medio de la lectura del primer libro de la saga de los Cazalets y me parece divino.
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