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Hola, ¿cómo estás?
En las dos últimas semanas he viajado desde Puerto Montt a Caleta Tortel, 1.112 km por la Carretera Austral, considerada por la BBC como una de las seis rutas de carretera más bellas del planeta.
Es una sucesión de paisajes asombrosos que cruza comunidades relativamente aisladas y con una marcada idiosincrasia.
Como esta carta contando un viaje que me está enamorando me salió inmensa, he decidido partirla en dos. Aquí va el inicio del viaje desde Puerto Montt a Coyhaique, la única ciudad grande de la Patagonia Chilena.
Espero que la disfrutes y que te animes a soñar con la Carretera Austral. Es otra forma de vida donde el paisaje, de gran belleza, es el protagonista.
Puerto Montt 🚌
Algunas ciudades chilenas son ásperas. Puerto Montt es una de ellas en la zona de la terminal de buses. Es, también, el punto de inicio de la Carretera Austral.
Llegué con temporal, me encerré en la habitación, cené y desayuné en el restaurante del hotel y sólo salí para retirar el equivalente a 100 euros del cajero del supermercado que estaba justo enfrente. Pagué como gastos de retirada unos 10 euros, el 10 por ciento.😬
Aunque Chile se mueve con tarjeta, incluso para gastos pequeños como un café, a veces hay excepciones y el bus de Puerto Montt a Chaitén es una de ellas.
De Puerto Montt a Chaitén 🚌 ⛴
👉🏼 240 km
👉🏼 un bus
👉🏼tres barcazas
👉🏼 nueve horas y media
Sólo hay un bus al día y sale a las 7 am. Me presenté media hora antes porque los residentes de la Patagonia tienen preferencia y el resto nos subimos a las plazas que quedan libres por orden de llegada.
El costo es también diferente ya que los residentes lo tienen subvencionado.
Salimos de la estación corriendo. Entre Puerto Montt y Chaitén hay tres pasos en barcaza y un retraso del bus, por el que siempre esperan, demora toda la cadena.
Ya llevábamos una hora de corre-corre cuando paramos, giramos 180 grados y retrocedimos unos 500 metros e hicimos de nuevo la misma maniobra pero en sentido contrario.
Entre la velocidad y la oscuridad ni el chófer ni el ayudante estaban seguros de si se habían saltado a un pasajero que esperaba al borde de la carretera. Y, efectivamente, allí estaba.
Subió a bordo y seguimos hasta llegar al primer cruce en Caleta Arena. Un grupo de operarios dirigen a autos, camiones y al bus para ingresar a la barcaza con rapidez. Media hora más tarde desembarcamos en Puelches.
La siguiente parada fue Hornopirén, donde se bajaron unos pasajeros y embarcamos para una navegación de cuatro horas cruzando el fiordo Comau. Los viajeros subimos a una gran sala con cafetería, enchufes para cargar los móviles, pantallas gigantes con películas y baños.
La niebla no cerrada le daba un carácter fantasmal al paisaje. Estábamos rodeados por montañas verdes con cascadas que caían en vertical. Había tantas que era difícil llevar la cuenta.
Y vi un arcoíris majestuoso, con líneas definidas y con un añil potente.
En los próximos días volvería a ver otros dos. Me quedé embelesada ante un fenómeno ordinario porque estos arcoíris eran diferentes. Eran pinceladas vibrantes trazando arcos perfectos y enormes.
Al desembarcar ya entendía el proceso. De nuevo otro corre - corre en bus, embarcar en la siguiente barcaza, navegar, desembarcar y otro corre- corre.
Y así llegamos a Chaitén. En el último tramo ya había visto varios letreros con un nombre: Pumalín, un proyecto que fue lo que despertó mi interés por la Carretera Austral.
Había llegado
Pumalín: el origen de un sueño 🦌
En los años 80, Douglas Tompkins, dueño de la empresa de ropa de montaña The North Face, viajó a la Patagonia y se enamoró del lugar.
Pronto comenzó a comprar tierras en Chile en el área de Chaitén. Se casó con Kristine McDivitt, una alta ejecutiva de Patagonia, la empresa de la competencia de The North Face, y comenzaron a hacer realidad sus sueños.
Douglas y Kris buscaban la renaturalización –también conocida como rewilding– de amplias áreas en la Patagonia.
La renaturalización es una estrategia de conservación que busca devolver áreas naturales a un estado lo más parecido posible a su condición original, antes de la intervención humana. La clave es permitir que los ecosistemas se autorregulen.
Los ataques a los Tompkins fueron salvajes. Todos los poderes fácticos de Chile tenían su opinión. Incluso la Iglesia Católica tenía una: los Tompkins querían una Tierra sin niños.
Entre todas las teorías conspirativas que circularon, dos son recurrentes tanto en Argentina como en Chile para explicar eventos que pasan en la Patagonia.
Por un lado, la que afirma que detrás de la compra de tierras están alemanes de ideología nazi y, por otro, la narrativa conspirativa que dice que Israel quiere crear un segundo estado en la Patagonia.
Andando el tiempo, los Tompkins comenzaron a establecer relaciones locales, adquirieron miles de hectáreas, renaturalizaron el territorio y en 2019, tres años más tarde de la muerte de Douglas en un accidente de kayak, su viuda llegó a un acuerdo con Chile, uno de proporciones históricas.
Kris Tompkins firmó la mayor donación de tierras de la historia a un estado. A cambio, Chile se comprometió a crear nuevos parques nacionales en la Patagonia y a extender los que ya había.
El proyecto, que está en fase de desarrollo, busca consolidar la Ruta de los Parques de la Patagonia.
👉🏼 17 Parques Nacionales
👉🏼 11,8 millones de hectáreas protegidas (más que la superficie de Cuba o casi la de Grecia)
👉🏼 3 veces más carbono almacenado por hectárea que la Amazonía
👉🏼 2.800 kilómetros de principio a fin
👉🏼 60 comunidades locales
👉🏼 3 regiones chilenas (Lagos, Aysén y Magallanes)
Pumalín fue el primer parque creado por los Tompkins. Es enorme y tiene varios sectores. Yo elegí conocer dos: el de Amarillo, porque necesitaba una ruta fácil para volver a mover las articulaciones después de la gripe y el del Volcán Chaitén.
Los senderos están diseñados con mimo y atraviesan un bosque templado lluvioso de gran belleza.
Aprovechando que estaba en Chaitén me desplacé en un “uber” local a la entrada del único sendero abierto en el Parque Nacional de Corcovado. Sus bosques siempreverdes llegan a los bordes de los fiordos y lagos.
Es un parque hermoso.
Chaitén, o cuando la montaña resultó ser un volcán🌋
Chaitén, con sus 5,000 habitantes, es la segunda ciudad más grande en la Carretera Austral. Allí todos recuerdan la noche del 2 de mayo de 2008.
Unos días antes el suelo comenzó a temblar. Varios políticos aterrizaron en un helicóptero, pidieron tranquilidad ante lo que calificaron como un “enjambre sísmico” y se fueron.
Pero la madrugada del 2 de mayo todo cambió cuando comenzó a caer ceniza. Era la erupción de un volcán y los vecinos comentaban entre ellos que tenía que ser el Michimahuida, pero la llegada del día les sacó de su error.
Hasta ese momento los chaiteninos creían que el monte que se levantaba a espaldas del pueblo era una montaña, aunque los geólogos sabían que era un volcán que creían dormido. Volcán era y estaba vivo.
El gobierno de Chile dio la orden a todos los barcos, nacionales y extranjeros, de pesca, mercantes, turísticos, navieras y de la Armada, ir hacia Chaitén y rescatar a los lugareños.
En el Museo Sitio de Chaitén se puede ver un video de cómo la gente abandonaba sus casas con mochilas en las espaldas y niños en los brazos, tapados con mantas.
La lava del Chaitén es de baja viscosidad y se acumula en domos. Cuando un domo colapsó, flujos piroclásticos bajaron a gran velocidad y temperatura arrasando todo a su paso.
Y después llegaron las lluvias, arrastrando cantidades incalculables de ceniza hacia el cauce del río. Lo reventaron y cambiaron el curso de su caudal que, en su nuevo camino, encontró a su paso al pueblo de Chaitén y lo destruyó.
La gran cantidad de sedimentos arrastrados llegó a crear un nuevo delta fluvial y a desplazar la línea de costa.
Pasé tres noches en Chaitén y charlé con el dueño de mi cabaña, mientras me invitaba a desayunar queso fresco, con el encargado del Museo del desastre, que está obsesionado por la (in)seguridad del lugar, con la chica del único café que abre temprano y que sabía todo del pueblo y con el chico que vende las fabulosas cervezas artesanales cuello negro y que tenía un talante filosófico.
A todos se les quedó dentro un resentimiento que nació en los días en que estaban desplazados.
Creen que hubo gente que abusó de ellos pidiéndoles precios más altos por los alquileres porque sabían que el gobierno les había dado un dinero para hacer frente durante unos meses a gastos de vivienda. Es un dolor que sigue ahí.
Y también comentan la sorpresa que sintieron al darse cuenta que en las ciudades grandes había algo que ellos, hasta ese entonces, nunca habían experimentado: había delincuencia.
Por mis conversaciones entiendo que siguieron dos años de pelea con el gobierno, que se negaba a que los desplazados volviesen y que ofreció construir un nuevo Chaitén a unos 10 km.
La propuesta se vino abajo cuando en 2010 un intensísimo terremoto causó estragos en Concepción y otras ciudades. Todo el dinero se orientó hacia el nuevo desastre y el nuevo Chaitén pasó a la historia.
Pero los lugareños volvieron y armaron su pueblo sobre el fantasma del anterior.
Calles amplias, en cuadrícula, con plaza central y parques infantiles. Las casas son individuales y, la mayoría de una planta, algo que es muy común en toda la Patagonia. Todas tienen chimenea y, por el humo, se ve que aunque el otoño acaba de comenzar ya se encienden a diario.
También hay escuela, una COPEC (gasolinera), posta médica, carabineros, un cajero automático y, desde la pandemia, una pequeña farmacia municipal.
Cuando fui para comprar algo que me pudieran dar sin receta para un estómago revuelto me confesaron que no tenían nada, que se les había acabado, que pidiera unas hierbitas en un restaurante o donde me estuviera quedando. Me compré una coca cola que hizo “el milagro”.
Sin saber las estadísticas, diría que el gran empleador es la Administración Pública, la local, la regional y la estatal y esto se repite en casi todas las localidades de la Patagonia.
En los supermercados pasa lo mismo que en otras poblaciones de Patagonia. A veces se agota el pan fresco y la fruta, aunque se consigue enlatada, embotada o en forma de exquisitas mermeladas caseras, pero no fresca.🍌
Para los estándares de la Patagonia, Chaitén no está mal comunicada. Hay barcazas que la unen con Puerto Montt o con Chiloé, hay el bus diario a Puerto Montt y tres veces a la semana otro que va hasta Coyhaique, la ciudad de casi 60.000 habitantes en la vecina región de Aysén y que actúa como capital de la Patagonia chilena.
El problema es cuando estás en Chaitén y, chequeando las redes sociales de la empresa transportista, te enteras que se van de vacaciones por una semana y se suspende el servicio Chaitén —Coyhaique.
El lío del transporte 🚌
Cuando no hay bus entre Chaitén y Coyhaique y paradas intermedias, la alternativa es tomar una buseta que seis días a la semana une Chaitén con La Junta o Puyuhuapi, ya en la región de Aysén.
Se hace noche en cualquiera de esas dos localidades y al día siguiente, muy temprano, se toma el bus que sale de La Junta hacia Coyhaique.
A mí esa alternativa no me caía mal porque mi destino era Puyuhuapi. El problema es que:
👉🏼 Las busetas sólo tienen 12 plazas de asientos disponibles
👉🏼 No tienen más porque los cinco asientos del final y el pasillo se dedican a espacio para las maletas y paquetes
👉🏼 Tienen preferencia los locales porque es transporte subvencionado. Siempre hay demanda local porque las busetas salen de Chaitén cuando llega el bus que viene de Puerto Montt para esperar por la gente que viene de allá.
Lo que sucedió es que no entramos todos los pasajeros y unos extranjeros tuvieron que ir en taxi hasta La Junta y allí esperar a la buseta, confiar en que se bajasen pasajeros y que ellos entrasen para seguir hasta Puyuhuali.
Los locales, que ya son expertos, colocaron como un puzzle los equipajes de todos y en los huecos que quedaron libres en el pasillo asentaron a unos holandeses.
🟢 Ningún chileno protestó, a pesar de tener que viajar incómodos y sin pasillo para admitir a los extranjeros que viajábamos en un transporte subvencionado por las municipalidades. Esto es muy Chile: buscar una solución sin alzar la voz.
Al llegar a La Junta se bajaron pasajeros. Una señora sólo descendió momentáneamente con una maleta gigantesca de la que sacó 19 quesos y pasó a una caja de cartón de una amiga que estaba esperándola. Luego volvió a subirse a la buseta.
Los holandeses que viajaron sentados en el suelo por fin tuvieron asiento. Su lugar en el pasillo lo ocuparon los extranjeros que habían viajado en taxi desde Chaitén y que resultaron ser alemanes. A un chileno le tocó ir de pie, pegado al parabrisas, porque era el que iba a hacer el recorrido más corto.
Seguimos camino y llegamos ya de noche a Puyuhuapi.
Mi teléfono no funcionaba, el de los holandeses tampoco. Los de los chilenos turistas tampoco enganchaban a la red excepto los que tenían Movistar.
Parece un lío, pero luego te acostumbras y llegué a apreciar este silencio digital que se repitió en numerosas poblaciones de la Patagonia y, por supuesto, que en todos los Parques Nacionales.
Llegué a mi cabaña siguiendo a una chilena que se alejó de su camino y puso su Google Maps para guiarme. Ese comportamiento es también muy típico de los chilenos. Si pueden ayudar, ayudan.

La belleza alemana de Puyuhuapi y el asombro de Queulat 🌿
Puyuhuapi tiene apenas 500 habitantes y sus calles tienen nombres como Hamburgo y Otto, revelando su origen.
Son cuatro calles de casas de madera pintadas de colores, chimeneas humeantes, aceras limpísimas, niñas pre-adolescentes que cabalgan al trote por el pueblo y un paisaje de cuento al final de un fiordo.
Me quedé en una cabaña, que es el alojamientos turísticos más común en la Patagonia y que para mí tienen el gran inconveniente de que se calientan con una estufa alimentada a madera.
Cuando se acaba el fuego de noche, levantarse para ir al baño requiere ciertas dosis de autosugestión. Ducharse en las mañanas es cosa de valientes.🔥
Una vez que se está en un pueblo pequeño es muy fácil detectar a los pocos turistas, ya que estamos fuera de temporada alta.
También lo es encontrar un lugareño que por una cantidad módica de dinero nos acerque y nos recoja de la entrada a un Parque Nacional. En el caso de Puyuhuapi es el fabuloso Parque Nacional de Queulat.
Si es posible, se compra el ticket online. Los extranjeros pagamos una cuota notablemente más alta que los chilenos pero que varía de parque a parque.
Queulat es asombroso.
En la actualidad está cerrado el sendero del Ventisquero por arreglos, pero el glaciar que cae en cascada a una laguna verde se puede ver desde varios miradores, incluido el que remata el maravilloso Sendero de la Ciudad de los Césares.
La vista es inolvidable y se me abrió la boca del pasmo. Aquí, la belleza de la realidad supera, excede y vence a la de las fotos.
Coyhaique: el ombligo urbano de la Patagonia🌁
Al día siguiente tomé el autobús regular que a las 6 am llega a Puyuhuapi camino de Coyhaique. Esa pequeña ciudad, que no llega a los 60.000 habitantes, actúa como el centro de la Patagonia chilena.
Ahí hay de todo, desde sellos para cartas a hospitales y universidades. Incluso internados para los niños que viven alejados de las escuelas y residencias para las embarazadas que prefieren esperar cerca del hospital el momento del parto.
No muy lejos, en Balmaceda, hay el único aeropuerto con líneas regulares que conecta Patagonia con Puerto Montt y Santiago. A lo largo de toda la Patagonia hay aeródromos para vuelos privados y emergencias médicas.
En Coyhaique también hay cajeros automáticos y es un buen lugar para obtener efectivo.
La terminal de buses es chiquita pero moderna y cómoda. Tiene de todo, incluidos una variedad infinita de cables para cargar los teléfonos.
En Administración me buscaron muy amablemente a golpe de teléfono una buseta hacia Villa Cerro Castillo, ya que había perdido el bus que conecta diariamente Coyhaique con Cochrane y que tenía parada intermedia en mi destino.
Después de tres horas de espera, ya estaba de nuevo embarcada, camino de un pueblo bajo una montaña de belleza portentosa: Villa Cerro Castillo.
Y hasta aquí llega la carta de hoy. El resto de la ruta la contaré el próximo domingo.
Decir que ya llegué al final terrestre de mi ruta y estoy en Caleta Tortel, un pueblo re-lindo que hasta el 2003 no tuvo carretera de conexión con el resto de la Patagonia.
Hoy no tiene ni autos, ni calles ni aceras. Se circula por pasarelas de madera de ciprés que bordean un fiordo de aguas verdes.
Cuando recibas esta carta me habré embarcado en un ferry local que une Caleta Tortel con Puerto Natales en un viaje de 41 horas de navegación entre fiordos, donde el mapa de Chile parece romperse en mil astillas.
Abrazos.
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🥰 Gracias mil por estar ahí. Esta carta te la envío desde Caleta Tortel. Un lugar único.
¡Qué curiosa la historia de los Tompkins! No la conocía, y qué paisajes tan majestuosos. A ver qué nos cuentas en la segunda parte :-)
En el mundo que vivimos hoy, parece de ciencia ficción viajar en slow motion.
Bellísimo, increíbles esos paisajes. Ya quiero leer la segunda parte.